Así, la fiesta y este juego de representaciones, no constituyen un proceso arbitrario, gratuito y azaroso, sino una suerte de ritual de lectura cultural que ejecutan los actores sociales sobre sí mismos. Este análisis funciona para con la fiesta de Paucartambo. Variaciones del mismo pueden hacerse de acuerdo con contextos o evidencia etnográfica distinta, de otras latitudes.

Una lectura más simple puede ser esta: el objeto máscara es cardinal por su función mimética; esto al menos en dos sentidos: El primero y quizá el menos velado, es el de representar, con una lectura cultural, a personajes diversos: entre otros, el capaq chuncho, el auqa chileno, el panadero, el saqra, el machu de contradanza, de modo que durante la fiesta se descubren personajes que componen un universo que abre a interpretaciones respecto a la realidad social e histórica, culturalmente leídas: un mundo compuesto no solo de parientes, vecinos, amigos y coterráneos, sino de extranjeros estereotipados: el capac chuncho, que remite a los habitantes de la selva, quienes se ven como guerreros, potenciales enemigos, pero también potenciales partners en las eventuales alianzas a partir del trueque. El auqa chileno o “chileno enemigo”, visto desde el recuerdo cuasimítico de la “guerra con Chile”, desde una sátira de las huestes chilenas, y en donde la base es una danza mestiza ganadera. El panadero, personaje importante en la economía y la dieta del paucartambino, satirizado en una danza. El saqra, personaje que no es otro que el demonio –entendido en la sociedad andina no como único, sino pluralizado–. Los saqras pueden adoptar apariencias zoomorfas o la típica apariencia de un lucifer –cachos, nariz ganchuda, eventualmente colmillos, orejas puntiagudas o aladas, ojos desorbitados, barba de perilla–. El caporal de la danza suele ser identificado por asumir una máscara de lucifer. Esta comparsa es acompañada por el personaje femenino, la china saqra o saqra hembra, representado tradicionalmente por un varón.6 El machu o caporal de contradanza, danza mestiza agrícola, personaje grotesco acompañado de soldados, y que hace de personaje picaresco y respetado.


El segundo sentido mimético no conviene explicitar: no cualquiera puede bailar, ni mucho menos disfrazado de cualquier personaje, en la fiesta. Las comparsas y los personajes son espacios de delimitación de las relaciones sociales y del estatus de los paucartambinos. Para que un candidato a bailar en una comparsa pueda adscribirse a ella y pueda llegar a representar a algún personaje, signado con una máscara, debe pasar por un largo periodo de pruebas, bajo la condición de tener cercanía familiar con los administradores de las comparsas, quienes por cierto son preeminentes en Paucartambo. Así, no cualquiera puede acceder a representar en la fiesta a determinados personajes; o sea, a usar la máscara en el foro por excelencia de la fiesta, la danza.

Más arriba se ha usado el término fetichización. No entraré en el detalle del origen del término en la literatura marxiana o freudiana, que es muy importante. Solo referir una idea general de las ciencias sociales: el ser humano es la única especie capaz de significar los objetos de manera arbitraria y consensuada. Esto por aquello a lo que llamamos cultura, tema enorme, y que involucra el lenguaje articulado y la capacidad intelectiva de la producción de signos, es decir, significados arbitrarios. El resultado de este proceso, entre otros, es que los objetos, naturales o producidos por el ser humano, pueden adoptar una capacidad significante que excede su existencia natural, y que no está inscrito en ellos realmente. Un término interesante para marcar esa sobrecarga de significación –que eventual o sistemáticamente puede ser usufructuada por ciertos sectores de las sociedades–, es el de fetiche. Es decir, objetos en que se ha aplicado una carga social formidable, de modo que todos suelen olvidarse de la arbitrariedad del proceso, y del signo que representa, y de que el proceso ha sido solo consensual, por ello relativo; el objeto termina por objetivar valores que no están inscritos en absoluto en él mismo. Más aún, puede llegar a representar realidades inventadas, que de otro modo, sin este proceso y sin este objeto, serían inverosímiles a los actores sociales. Es decir, se puede decir que la producción del objeto crea la realidad; mejor dicho, una realidad de segundo orden, social, arbitraria, pero que no aparece como arbitraria para los actores sociales, precisamente por la fetichización.

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4Para ver un desarrollo más complejo, Ibid, p. 323 y ss.
En este texto no se respeta necesariamente la escritura de los nombres quechuas; nos interesa que se lean fácilmente las palabras.
Personajes femeninos interpretados por varones constituye un hecho extendido en danzas ritualizadas al menos en la sociedad andina. Esto exige una interpretación bastante sofisticada, dada la complejidad de esta realidad, que no sé si se habrá intentado de modo orgánico.

 

   

 

 

 

   

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El concepto

Sobre la exposición

Mario Palomino Coll-Cárdenas

Algunas máscaras

Agradecimientos

       
     
   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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