La máscara, y creo que casi absolutamente cualquier objeto, es capaz de producir cultura. Pero en nuestro contexto, la máscara tiene especialmente esta capacidad, pues los signos con que se carga se dirigen explícitamente a significar (la máscara de saqra se confecciona para significar a un saqra); lo especial de la máscara es que además del hecho explícito de que se elaboran ex profeso para significar, las significaciones pueden rebasar lo explícito. Así, actores sociales ajenos a las explicitaciones culturales de determinadas máscaras, agregan sentidos o significados no previstos por las sociedades o culturas que las crearon.

Presento un ejemplo real de esto: personas que no tienen ningún vínculo con la tradición paucartambina ni cusqueña en general, al ver alguna máscara de machu de contradanza de mi colección se sonríen cómplicemente y con mayor o menor desvergüenza remiten al supuesto carácter fálico del personaje y de la máscara misma. (Véase por ejemplo la imagen 1). He consultado al mascarero Mario Palomino sobre el carácter fálico; lo ignora, no lo reconoce; asegura que no hay en principio la idea de representar un gran pene. Un cusqueño antropólogo consultado, descendiente de paucartambino, me dice que no tiene ese carácter en absoluto y que los cusqueños paucartambinos no le dan ese carácter. Me refiere una anécdota: hace algunos años un artista confeccionó y difundió en el Cusco, máscaras de machu, pero con una nariz que representaba explícitamente un falo, con la punta en forma de glande; no tuvo éxito. No se le reconocía ninguna llamémosle gracia a este acto de explicitez de algo que al parecer ni siquiera veladamente remitía a la genitalidad varonil.

Imagen 1: fotografía de máscara de machu de contradanza, elaborada por Mario Palomino.

 

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