La imagen 3 es un lucifer, en su dramática y espantosa, pero atractiva estética, que lo mira a uno de frente con ojos desorbitados. Lo primero que uno piensa al mirarlo no es seguramente qué combinación de pinturas de esmalte sintético conseguidas en una ferretería decidió los colores de su piel, o de qué material está hecho el pequeño pericote o la serpiente que lo está atrapando, ambos sobre la cabeza del personaje. Acontece la mímesis, de que hablábamos más arriba. El papel de sacos de azúcar, un poco de yeso y tiza y esmalte sintético, han dado paso a una realidad que trasciende estos humildes e insignificantes materiales: la máscara es un saqra satanás.


La imagen 4 no representa nada. Solo es un registro fotográfico de un instante del trabajo de don Mario, que está terminando de pintar una máscara de maqta. La tapa de la latita de esmalte rojo y el pincel que está aplicando a la superficie, evidencian que la máscara solo es el resultado de su trabajo. La máscara, pasiva, mira a su creador esperando ser terminada, para luego, solo cuando se aparte de él, pueda tener vida propia, autónoma.


La museografía incluye además, como se ha señalado, un video en que se aprecia al mascarero lijando una máscara antes de pintarla o pintándola; es decir, dándole una forma más perfecta o colores más vivos a la piel del personaje. En otro video se aprecia cómo el mascarero habla sobre el proceso de elaboración desde un punto de vista técnico.
Así, mostrarse cómo es el proceso de confección, desnuda la realidad de una máscara, que al ser mirada sola, se le cree dueña de sí misma. Pero al mostrar el proceso de su creación, se plantea su relatividad y dependencia del productor.

3. Nuestro mascarero no es capaz de confeccionar todas las máscaras. Siendo que la exposición tiene como objeto la creación solo de un mascarero, este no elabora todos los tipos de máscara, ni mucho menos de los trajes y demás implementos que componen la totalidad de la fiesta (si bien don Mario hace bordados: la montera que lleva el maniquí de capac qolla es elaborada enteramente por nuestro mascarero). Esto se evidencia en uno de los paneles de la exposición, el de machus de contradanza. La contradanza constituye una comparsa formada por el caporal y una suma de soldados, los cuales portan máscaras de malla metálica y representan rasgos opuestos a los del machu.7 Los curadores, al no poder representar a machus y soldados porque se hubieran visto obligados a sumar máscaras de soldados de malla metálica de otro mascarero, prefirieron sumar una seisena de machus ordenados en fila, a lo cual aducen también razones estéticas; y reconocieron que un mascarero no puede hacer a todos los personajes.

Así, la limitación a un solo artista y las razones estéticas de una museografía –que puede esta última desvirtuar el sentido original y el contexto natural de una máscara de machu–, pueden señalar sin embargo, un hecho que permite reflexión en el visitante: los objetos, incluidos los artísticos, pueden cumplir funciones otras, distintas de aquellas para las cuales originalmente fueron creados.

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7 Para un análisis de la relación contradictoria, pero complementaria, entre machu y soldados de contradanza, ver Cánepa Koch, Op.Cit., pp.321 y 322.

 

   

 

 

 

   

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Mario Palomino Coll-Cárdenas

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